domingo, 18 de febrero de 2007

EL Vacío y la Baba


Uno comienza a buscar en si mismo la salida, porque esa es la conclusión de la soledad necesaria de pensamiento, entonces todo comienza a colapsar tus ideas, que se remueven, chocan y contradicen, siempre en busca de lo que sea mejor o lo que mejor suene para la música de la existencia.
Entonces consciente de la mediocridad, madre de la trascendencia humana, tu mismo comienzas a retraerte intentando comprender la mejor forma de no asfixiarte a ti mismo con una cuerda de vigilia insostenible.
Y de una forma totalmente evasora, un mecanismo del sufrimiento inocula en un lirismo indescriptible un vacío, una nada en la que todo fluye de forma universal. Si existiese alguna divinidad o verdadera trascendencia, o forma de representación del amor, sin duda ese espacio tan alentadoramente humano sería su eterna morada. Porque nada ha de ser comprendido, es el lugar donde todo sucede y todo se pierde y el denso movimiento de tu pensamiento abarca un espectro tan amplio que se confunde con el resto de las existencias del mundo y todo se vuelve verosímil sencillo e incluso extrañamente bello e ideal.
Un transcurrir leve, donde la tranquilidad se esparce sin arañar ningún tejido mental, donde la agonía es sometida a la comprensión más irreal inimaginable y es entonces cuando no es necesaria una explicación, dejándote atravesar por el vacío con gusto.
Todo es de un azul detenido y los rostros se mueven tan despacio que tienen una apariencia estática que los hace soportables, permitiéndote caminar por las calles sin sentir esa repugnante sensación de la soledad de la civilización.
Sin embargo, nuestra capacidad nerviosa o cerebral, una vez distendida, y en un amargo momento de disonancia cognitiva, o quien sabe si angelical, retrocede escupiéndonos de nuevo a la baba de la cual queriendo escapar nos transformó en ese ser místico que encontró el vacío y por eso dejó de buscar la trascendencia y la divinidad para de alguna forma creer e uno mismo.

WILL